Resulta que cada uno tiene un cuento de hadas y es necio
quien deja pasar su cuento añorando uno que no está hecho a su medida. En todas
las historias no siempre hay un príncipe y una princesa, o un sapo o una
bestia. No en todas las historias hay una bruja o un hechicero o una varita
mágica o un caballo blanco. Todas las historias no son iguales y cada uno teje
la suya con los colores de las madejas que tiene a mano. Ese que busca colores
que no tiene, siempre vive infeliz. Yo no, yo soy feliz.
Mi historia tiene un príncipe, dos princesitas y una bruja.
En mi historia el príncipe quiere a la bruja que tiene dos princesitas, y las
quiere a ellas también porque se parecen a la bruja que él tanto ama. En mi
historia las princesitas, que son hijas de un sapo, quieren al príncipe como a
su padre, y viven felices en un palacio de cristal lleno de luz donde la bruja
sonríe y se mira en los espejos.
La bruja come manzanas y el príncipe la despierta con un
beso. El príncipe de mi cuento es muy feo, pero la bruja lo quiere y cree que
es el más bonito príncipe del mundo.
No hay caballos, ni flores de colores, pero hay un mar
inmenso que sosiega el espíritu y el alma, un remanso de paz que se rompe con
la risa de las princesas y con sus gritos cuando se pelean, porque en mi historia,
las princesitas se pelean de vez en cuando pero luego se amistan y se quieren
porque son hermanas. Ellas aprenden a ser tolerantes, a negociar, a inventar
juegos. Ellas conjuran el mal humor de la bruja con una caricia, y la bruja se
acuerda que alguna vez fue princesa cuando besa sus bellas caritas.
La bruja de mi historia tiene buen genio, pero se convierte
en un dragón y echa fuego por boca de vez en cuando, lo hace cuando está
molesta y también cuando está feliz. El príncipe se asusta porque nunca conoció
a una bruja dragón que antes fue princesa, seguro él quería conocer a la
princesa, pero esa ya no existe, solo adentro, muy adentro de sus ojos, cuando
se emociona, cuando la sorprenden con alguna sorpresa, porque a la bruja de mi
cuento le encantan las sorpresas, no importa de que se trate, el simple hecho
de que sean sorpresas le alimenta el corazón.
En mi cuento, la bruja, como es muy humana, a veces se pone
triste, se siente fea, sin magia y necesita amor expreso, manifiesto y deliberado.
El príncipe, la ama y la reconforta, él cree que ella es increíble, entonces
ella se levanta, canta y le cuenta su felicidad a todo el mundo, porque siente
que es feliz por primera vez en la vida, así que hace que esa felicidad se
multiplique y la hace crecer, no la guarda para que se marchite, no la protege del
sol; la lleva consigo y la gasta porque la felicidad es de esas cosas que crece
cuando se usa, que se incrementa cuando se obsequia, que aumenta cuando es
compartida, y la felicidad de la bruja es auténtica y verdadera.
Este es mi cuento de hadas y para mí es el mejor, no se
parece a ninguno porque lo hice yo, y es un cuento feliz porque no tiene final,
tiene un presente continuo y continuará…